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Oh hermosa tierra que despiertas con la roja pasión que te distingue

y que corre con más fuerza en las venas de tus hijos

al ver el lujo de tu exquisito amanecer.

 

Lujo que destaca en tus colores y en el brillo intenso que emanas,

que sin importar el tiempo no deja de deslumbrar

y que ni el interior de tu suelo podría llegar a ocultar.

 

Suelo negro que surgió de lo profundo para unir un continente,

dicha que muchos otros aún luchan por poseer,

y ser sede de maravillosas historias que nunca morirán.

 

Historias que transcurren bajo el amparo del celeste cielo

que disfruta ver a tu gente,

sin que ellos se lleguen a enterar.

 

Gente morena, blanca, rosada, amarilla,

que da más vida a tus verdes senderos,

mientras buscan una felicidad que ya está con ellos,

pero que aún no la llegan a notar.

 

Felicidad que los saluda en la canción de buenos días

que el pequeño ruiseñor turquesa les canta desde su cálido hogar.

​

Felicidad que los recibe cada vez que el azul único de tus mares

los ve llegar.

 

Felicidad que los escucha desde el carmesí de las abundantes flores que decoran cada lugar.

 

Felicidad que los logra sentir cuando la lluvia cristalina cae y recorre sus cuerpos mientras continúan su andar.

 

Felicidad que solo tu mundo de infinito color les puede dar.

TIERRA DE COLORES
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